Todos nos hacemos esta pregunta; cuál de los dos es mejor para el desarrollo de mi niño. La respuesta es sencilla; todo depende del individuo. No obstante, una no descarta la otra; los deportes y actividad física deben formar parte de la rutina del pequeño. Usualmente, el mayor dilema es cómo dividir el tiempo, pero eso lo discutiremos en otro día.
En este espacio nos enfocaremos en lo que establecen los estudios.
Es muy importante que los niños aprendan del mundo. Y, no solamente eso, se debe fomentar que ellos aprendan de sí mismos, especialmente de sus gustos. ¿Cómo saber lo que no les gusta si no se les conduce a ello? Realmente, esto es cuestión de ensayo y error. No hay forma de realmente conocer los gustos si no se exponen a los niños a diferentes cosas que hay.
Durante los 3 - 5 años los niños van adquiriendo unas destrezas motoras que son fundamentales para su desarrollo en edades más tardes. Muchas veces se subestima el brincar con dos pies a la misma vez o poder coger una bola con dos manos a la vez. Sin embargo, completar estos ejercicios sencillos los ayudan a un desarrollo muscular más adelante.
También es importante destacar que involucrarlos en una vida deportiva los ayuda a desarrollar una competitividad saludable y a reconocer que no siempre se gana; una lección bien importante que podrán poner en práctica más adelante cuando, quizás, no los acepten en un trabajo particular en adultez.
En la adolescencia, la pubertad llega con sus retos. El hecho de que el cerebro, específicamente la parte frontal del cerebro, esté en crecimiento provoca ciertos cambios cognitivos que se reflejan en actitud. Incluso, los cambios hormonales complican la etapa más todavía aumentando los niveles de impulsividad y descontrolando el manejo de las emociones.
El deporte o ejercicio ayuda a canalizar, de manera saludable, frustraciones, coraje o tristeza (en palabras del Sr. Freud, esto se llama sublimación). Más allá de eso, les inculca un sentido de disciplina y sentido de responsabilidad. Los adolescentes están en una etapa en la cual pueden adquirir un sentido mayor de responsabilidad y, el balancear el ejercicio con su quehaceres académicos, los ayuda a planificar bien y priorizar adecuadamente.
Repite con nosotros: “Mis hijos necesitan de mí.”
No nos podemos olvidar que los adolescentes son eso mismo: ADOLESCENTES. Siguen estando en un proceso de aprendizaje y que se equivocarán muchas, muchas veces. Habrá veces que no entregarán a tiempo la tarea o no anotarán ese gol por el que tanto practicaron. Y, ¿sabes qué? Eso es aceptable. El éxito está en el aprendizaje y el rediseño que vendrá después.
Puede haber tropiezos en el camino, pero de eso nos recogemos y regresamos con mayor fortaleza. ¿Cliché? Quizás, pero sigue siendo una realidad. Disfruten el proceso y compartan en familia esos juegos y triunfos, al igual que los fallos.
Nuestra recomendación será que lo apunten en un deporte desde pequeños para que vayan explorando diferentes pasatiempos y creando nuevas memorias en familia.